8/6/09

Definir o ser definido 1. - “Si no tiene nombre no existe” : Las Guatemaltecas

Como afirmación es evidentemente cuestionable. Decía con frecuencia un amigo mío argentino “no tiene nombre lo que está haciendo esa gentuza”. Pueden encontrarse millares de contraejemplos - desde los bebés recién nacidos hasta los astros y especies marítimos aún por descubrir. Hay muchas cosas que existen y no tienen nombre.
Pero claro - no es eso lo que quiere decir, hombre. No hay que ser tan literal. Es algo metafórico ...bueno no, metafórico no, pero tampoco hay que ser tan precisos en todo. Lo que quiere decir es... ¿es qué? Lo que quiere decir es que si no le das nombre a algo, si no lo etiquetas es fácil olvidarse de ello. Es el “branding”, hombre. No has visto que hasta las manzanas vienen con etiqueta.
Encontré recientemente dos ejemplos de este aforismo. Uno de ellos me resultó inicialmente irritante pero inofensivo y luego con el tiempo me fue irritando más el otro mucho más triste y más grave en sus implicaciones
Thomas Szasz (dígase Sas), héroe de mi juventud estudiantil, estadounidense de origen húngaro y ahora Profesor “Emeritus” de Psiquiatría en la Universidad del Estado de Nueva York, es un aforista donde los haya. En su haber está el famoso comentario sobre el efecto de “expansión de la consciencia” de ciertas sustancias psicotrópicas “lo único que expanden las drogas son los beneficios de las farmacéuticas”. Él afirmaba – con cierto estilo, arrojo y desparpajo – aquello que también planteaba Raymond Williams y que tuvo su eco en los “écrits” de Jacques Lacan para acabar en versión un tantito light en el “coaching ontológico” - aquello de que “vivimos en un mundo (o “universo” si se prefiere) lingüístico”.
La expresión que daba Szasz a la noción (en su exuberante libro “El Segundo Pecado”) era que “la ley de la selva es matar o ser matado – la ley de la sociedad actual es definir o ser definido”.
Suena bien, plausible, ingenioso y elegante - mola mazo. Pero lamentablemente (y a pesar de que la mera existencia de los “blogs” parece dar evidencia de ello) - no es así. Tampoco lo que decía Raymond Williams – aquello de que “el lenguaje constituye al ser humano”.
El lenguaje es importante – una de las herramientas principales de las que disponemos – pero no es lo único que tenemos. Y es especialmente absurdo afirmar que si algo no tiene nombre no existe.
Los dos ejemplos del aforismo – uno de ellos un programa de radio por la mañana hace unos días viajando en coche sintonicé con una de las radio nacionales, no recuerdo si 3 o 5. Hablaba una joven mujer guatemalteca – afincada ahora en España – sobre la precaria vida en Guatemala (puesta muy de manifiesto recientemente por la aparente mezcla de intriga, asesinato, periodismo y política en torno a la figura del actual presidente). Manejaba datos y estadística escalofriantes – entre ellos el hecho de que solo un 2% de los asesinatos cometidos acaban con un culpable (o culpables) en la cárcel. Especialmente dura es la situación de las mujeres de ese país que conviven con el miedo de saberse casi todas objetos y objetivos de ataque en cualquier momento y con la impotencia que produce la práctica imposibilidad de denuncia efectiva (al parecer han cerrado las oficinas de atención a las mujeres víctimas de violencia por no justificarse el presupuesto por no decir nada del consabido “algo habrá hecho para que la atacaran”).
La mujer en cuestión, clara y concisa en su expresión y evidentemente comprometida con su reivindicación de apoyo y solidaridad, contestaba la pregunta típica del final de la entrevista - ¿qué podemos hacer para ayudar? “Algo fundamental es que se sepa que está ocurriendo” – dijo – “si no se nombra no existe. Es importante, por tanto, nombrar aquello traerlo a la atención del público – al menos a un público que puede hacer algo al respecto. Esto es una cuestión de repetidamente hablar de ello? De llevar la atención del público a ello. ¿Denunciar? ¿Denunciar algo tipificado en el código penal de otros países y otras sociedades? Lo fundamentalmente trágico aquí es que está muy claro que existe sin que se nombre. Existe y lleva años existiendo, nombrado o sin nombrar por otras sociedades. Otra cuestión es como lo nombras, como lo nombramos y que permite hacer el nombrarlo. Según como lo nombremos y como organicemos ese nombrar y como pensamos y modelamos aquello es posible que se desarrolle identidades y realidades sociales diferentes.